miércoles, 27 de marzo de 2013

Los campos de la MUERTE de Eisenhower



Los campos de la Muerte de Eisenhower: Historia de un Guardiacarcel Americano.



En octubre de 1944, a la edad de dieciocho años, fui reclutado en el ejército de los Estados Unidos. Debido en gran parte a la "Batalla de las Ardenas", mi formación fue interrumpida. Mi permiso se redujo a la mitad, y me enviaron de inmediato al extranjero. Llegamos a Le Havre, Francia, y fuimos rápidamente cargados en los coches y enviados al frente. Cuando llegamos allí, yo sufría gravemente los síntomas de la mononucleosis, y fui enviado a un hospital de Bélgica. Como entonces, la mononucleosis se conocía como la "enfermedad de los besos", envié miles de cartas de agradecimiento a mi novia.

Para cuando salí del hospital, el equipo con el que me había formado en Spartanburg, Carolina del Sur estaba en el interior de Alemania, por lo que, a pesar de mis protestas, me reubicaron en un depósito de reposición. Perdí el interés en las unidades en las que fui asignado y no recuerdo a todos ellos: las unidades de no-combate no eran ridiculizadas en ese tiempo.

A finales de marzo o principios de abril de 1945, fui enviado a la guardia de un campo de prisioneros de guerra cerca de Andernach a lo largo del Rin. Tuve cuatro años de idioma alemán en la escuela secundaria, por lo que podía hablar con los presos, aunque estaba prohibido. Gradualmente, sin embargo, se me utilizó como intérprete, y se me pidió encontrar miembros de las SS (jamas encontré alguno)

En Andernach, cerca de 50000 prisioneros de todas las edades estaban encerrados en un campo abierto rodeado de alambre de púas. Las mujeres se mantenían en un recinto apartado que no vi hasta más después. Los hombres que vigilaba no tenían refugios ni mantas; muchos no tenían abrigos. Dormían en el barro, húmedo y frío y sin letrinas. Era una fría, húmeda primavera y su miseria por la exposición, era evidente por sí sola.

Aún más sorprendente fue ver a los prisioneros meter césped y malezas en una lata para preparar una sopa. Me dijeron que lo hacían para a aliviar el dolor del hambre. Rápidamente, empezaron a demacrarse. La Disentería apareció, y así dormían entre sus propios excrementos, demasiado débiles para llegar a las letrinas. Muchos rogaban por comida, enfermos y muriendo ante nuestros ojos. Teníamos abundante comida y suministros, pero no hicimos nada para ayudarlos, ni siquiera asistencia médica. 

Indignado, protesté a mis oficiales y me encontré con la hostilidad o la cruel indiferencia. Cuando presioné, me explicaron que estaban bajo órdenes estrictas de "más arriba". Consciente de que mis protestas eran inútiles, le pedí a un amigo que trabaja en la cocina si él me podría deslizarme algunos alimentos adicionales para los presos. También dijo que estaban bajo órdenes estrictas de no alimentar a los presos y que esas órdenes provenían de "más arriba". Pero él dijo que había de más alimentos que lo necesario y que me pasaría algunos.

Cuando arroje la comida sobre el alambre de púas a los prisioneros, me atraparon y me amenazaron con encarcelarme. Repetí la "ofensa", y un oficial con enojo me amenazó con dispararme. Asumí este era nada hasta que encontraré a un capitán en una colina por encima del Rin disparando a un grupo de civiles alemanas con su pistola calibre .45. Cuando le pregunté por qué, Murmuró, "Práctica de tiro", y disparó su pistola hasta acabar su munición. Vi que las mujeres corrían para protegerse, pero, a esa distancia, no podía saber si alguna había sido alcanzada.

Esto fue cuando me di cuenta que se trataba de asesinos de sangre fría llenos de odio moralista. A su juicio, los alemanes eran una raza infrahumana y digna de ser extermininada; otra expresión de la espiral del racismo. Artículos en los periódicos de los soldados, el “Star and Stripes”, enfatizaban la importancia de los campos de concentración alemanes, completos con fotos de cuerpos descuartizados, lo que amplificaba nuestra moral y crueldad, lo que hizo que fuese más fácil de imitar el comportamiento al que se supone que nos oponíamos. También, creo, los soldados que no fueron expuestos al combate, trataban de demostrar que tan duros eran disparando a los prisioneros y los civiles.

Me enteré que estos presos eran en su mayoría agricultores y obreros, tan simples e ignorantes como muchas de nuestras tropas. A medida que paso el tiempo, más de ellos parecían “zombis” por su indiferencia, mientras que otros trataban de escapar en una forma demente o suicida, corriendo a través de campos abiertos en plena luz del día hacia el Rin buscando apaciguar por su sed. Fueron fusilados. Algunos presos estaban tan deseosos por cigarrillos como por comida, diciendo que calmaban su hambre. En consecuencia, soldados “emprendedores” adquirían hordas de relojes y anillos a cambio de puñados de cigarrillos o menos. Cuando empecé a tirar cajas de cigarrillos a los prisioneros para arruinar este comercio, fui amenazado por soldados y oficiales de alto rango. 
  
La única luz en este sombrío panorama llegó una noche cuando fui asignado al puesto en el "cementerio", de dos a cuatro AM, en realidad, hubo un cementerio en la cuesta arriba de este lado del recinto, no a muchos metros de distancia. Mis superiores habían olvidado de darme una linterna y no me había molestado en preguntar por una, como estaba disgustado con toda la situación de ese momento. Fue una noche bastante brillante, y pronto vi un prisionero que se arrastraba por debajo del alambrado hacia el cementerio. Se suponía que debíamos disparar a cualquier escapista en vista, así que empecé a levantarme del suelo para advertirle para que regresara. De repente me di cuenta que otro preso se arrastraba desde el cementerio de nuevo hacia el alambrado. Arriesgaban sus vidas para llegar al cementerio por algo, tenía que investigar.

Cuando entré en la oscuridad de este matorral, ese arbolado cementerio, me sentía totalmente vulnerable, pero de alguna forma la curiosidad me hacia seguir. A pesar de mi cautela, tropecé con las piernas de alguien en posición prona. Tratando de recuperar la compostura de la mente y el cuerpo, pronto me sentí aliviado de no haber disparado accidentalmente. La figura se sentó. Poco a poco, pude ver la hermosa pero aterrorizada mirada de una mujer con una cesta de picnic. Los civiles alemanes no podían alimentar, ni siquiera acercase a los prisioneros, por lo que rápidamente le asegure que aprobaba lo que estaba haciendo, le dije que no tenga miedo, y que me iría del cementerio para no entrometerme.

Lo hice de inmediato y me senté, apoyado contra un árbol al borde del cementerio para parecer distraído y no asustar a los prisioneros. Me imaginé entonces, y todavía lo hago ahora, lo que sería encontrar a una bella mujer con una cesta de picnic, en esas condiciones como prisionero. Nunca olvidadare su rostro.

Eventualmente, más presos se arrastraban de nuevo hacia al alambrado. Vi que arrastraban alimentos para sus compañeros y sólo podía admirar su valor y devoción.

El 8 de mayo, Día VE, tomé la decisión de celebrar con algunos presos que vigilaba que horneaban el pan que de vez en cuando recibían otros presos. Este grupo comió todo el pan que podía, y compartimos el jovial ánimo generado por el final de la guerra. Todos pensamos que pronto iríamos a casa, una patética esperanza de su parte. Estábamos en lo que sería la zona francesa, donde pronto sería testigo de la brutalidad de los soldados franceses cuando transferimos nuestros prisioneros a ellos para sus campamentos de mano de obra esclava.

Ese día, sin embargo, nos sentimos felices.

Como gesto de amistad, vacié mi fusil y lo paré en la esquina, incluso les permití jugar con el a su pedido. Este fondo "rompió el hielo", y pronto cantábamos canciones que nos habíamos enseñado o que yo había aprendido en la escuela secundaria. Por agradecimiento, me hornearon un pequeño pan dulce especial, el único regalo posible que les quedaba por ofrecer, que eran los que habían dejado de ofrecer. Lo guarde en mi chaqueta y volví a mi cuartel, y lo comí en mi privacidad. Jamás había probado un pan tan delicioso, ni sentí un sentido más profundo de la comunión mientras comía. 

Poco después, algunos de nuestros débiles y enfermizos presos marcharon con soldados franceses a su campamento. Íbamos en un camión detrás de esta formación. Temporalmente, bajaba la velocidad y paraba, tal vez porque el conductor estaba tan conmocionado como yo. Siempre que un alemán preso cayese o tratara de escapar, lo mataban a culatazos. Los cuerpos eran apartados a la orilla de la carretera para ser recogidos por otro camión. Para muchos, esta muerte rápida podría haber sido preferible para frenar el hambre en nuestros "campos de la muerte."

Cuando finalmente vi a las mujeres alemanas en el recinto aparte, pregunté el motivo por que se las tenía presas. Me dijeron que eran “seguidoras del campamento” (camp followers) seleccionadas como cultivo o reproductores de la SS para crear una súper raza. Hablé con algunas y debo decir que nunca conocí un grupo más enérgico o atractivo. Ciertamente, pensé que nunca merecieron estar presas.

Cada vez más era utilizado como intérprete, y especialmente fui capaz de impedir que algunos fueran detenidos injustamente. Una vez un divertido incidente con un viejo agricultor que estaba siendo arrastrado por varios soldados. Me dijeron que tenía una “lujosa medalla nazi" la cual me mostraron. Afortunadamente, tenía una tabla con la identificación de esas medallas. El había sido premiado por haber concedido cinco hijos Quizá, su esposa estaba algo aliviada por sacárselo de la espalda, pero no me parecía que uno de nuestros campos de la muerte fuera un castigo justo por su contribución a Alemania. Los soldados estaban de acuerdo y lo soltaron par que continúe su "trabajo sucio".

El hambre empezó a propagarse entre la población civil alemana también. Era una algo común ver mujeres alemanas hasta sus codos en nuestra basura en busca de algo comestible - es decir, si no eran perseguidas.

Cuando entrevisté a los alcaldes de los pequeños pueblos y aldeas, me dijeron que su suministro de alimentos había sido quitado por "personas desplazadas" (extranjeros que habían trabajado en Alemania), los cuales empacaron la comida en camiones y se la llevaron. Cuando me informé de esto, la respuesta fue una de encoger los hombros. Nunca vi a la Cruz Roja en el campamento o ayudando a los civiles, a pesar de que su café y rosquillas estaban disponibles en cualquier lugar para nosotros. Entre tanto, los alemanes tuvieron que confiar en la distribución de los almacenes ocultos hasta la próxima cosecha. 

El Hambre hizo a la mujer alemana más "disponible", pero a pesar de esto, la violación era frecuente y, a menudo, acompañada de violencia innecesaria. En particular, recuerdo a una mujer de dieciocho años, que le rompieron su rostro con la culata de un rifle, y luego fue violada por dos soldados. Incluso los franceses se quejaron de que las violaciones, saqueos y destrucción por embriaguez por parte de nuestras tropas eran excesivas. En Le Havre, nos habían dado folletos de advertencia de que los soldados alemanes habían mantenido un alto nivel de comportamiento con la población civil francesa que era pacífica, y que debíamos hacer lo mismo. En esto, miserablemente hemos fracasado.

"¿Y qué?" Algunos diran. "Las atrocidades del enemigo fueron peores que las nuestras." Es cierto que sólo he experimentado el final de la guerra, cuando ya estábamos los victoriosos. La oportunidad alemana de cometer atrocidades se ha perdido; la nuestro estaba al alcance de la mano. Pero dos errores no hacen un acierto. En lugar de copiar los crímenes de nuestros enemigos, debemos tratar de una vez por todas de romper el ciclo de odio y venganza que ha asolado y distorsionado la historia de la humanidad. Esta es la razón por la que estoy hablando ahora, cuarenta y cinco años después del crimen. Nunca podremos evitar crímenes de guerra individuales, pero podemos, si una cantidad suficiente de nosotros hablase, influir en la política gubernamental. Podemos rechazar la propaganda del gobierno, que representa a nuestros enemigos como infrahumanos y alienta la clase de ultrajes de los que fui testigo. Podemos protestar por el bombardeo de objetivos civiles, que siguen en la actualidad. Y podemos negarnos siempre a condonar el asesinato de prisioneros desarmados y derrotados de la guerra por parte de nuestro gobierno.

Me doy cuenta de que es difícil para el ciudadano común y corriente admitir haber atestiguado un crimen de tal magnitud, especialmente si lo implica a uno mismo. Incluso soldados que se compadecían de las víctimas me dijeron que tenían miedo de quejarse y meterse en problemas. Y el peligro no ha cesado. Desde que hablé hace algunas semanas, he recibido amenazas telefónicas y rompieron mi buzón de correo. But its been worth it. Pero vale la pena. Escribir sobre estas atrocidades ha sido una catarsis de sentimientos que he reprimido durante mucho tiempo, una liberación, y quizás recordará a otros testigos que "la verdad nos hará libres, no tengan miedo." Incluso podemos aprender una lección suprema de todo esto: sólo el amor puede conquistar todo.


Martin Brech (Adjunct Professor, Philosophy & Religion, Mercy College; Ex-G.I., Finally Free)Fuente: Reimpreso de El Diario de Revisión Histórica, vol. 10, no. 10, no. 2, pp. 2, pp. 161-166. 161-166.

sábado, 16 de marzo de 2013

El Gral Adrián Castrejón

ADRIÁN CASTREJÓN CASTREJÓN 1893 - 1954.-  Nació en el pueblo de Apaxtla, Distrito de Aldama, Gro., el 6 de junio de 1893 y fue hijo del señor Leopoldo Castrejón Guerrero y de la señora Agustina Castrejón Maneses. Cursó la primaria en su pueblo. Como una repercusión del Plan de San Luis, Adrián Castrejón sentó plaza de soldado el 2 de julio de 1911, a las órdenes del entonces Tte. Salvador González, Jefe de una guerrilla maderista, y el 22 de abril de 1913, formó su propia guerrilla, reuniendo para ello a 70 hombres entre amigos y paisanos.

 La guerrilla de Salvador González pasó a operar en el Estado de Michoacán a las órdenes del Gral. Gertrudis Sánchez, y Adrián Castrejón se quedó operando en el Estado de Guerrero a las órdenes del Gral. Jesús H. Salgado.

 En el año de 1911, tomó parte en los combates de Los Hornos, Morelos, Jiutepec, Tetelpa, Santa Catarina, Tepoztlán, Tres Marías, Fierro del Toro y Cruz del Marqués.

 En el año de 1912 actuó en Tilzapotla, Teloloapan, Taxco y Balsas. A principios de 1913, formó su propia guerrilla, ya bajo el mando del Gral. Emiliano Zapata, y tomó la plaza de Juchitlán, Guerrero; por este hecho fue ascendido a Tte. Corl.

 Atacó por segunda vez a Coyuca de Catalán y Teloloapan, Guerrero. En junio de 1914 tomó Huetamo, ya ostentando el grado de Corl. Combatió en Atlixco, en Teloloapan, atacó y tomó Chilapa el 13 de febrero. Estuvo del 11 al 24 de marzo en el ataque y toma de Chilpancingo y el resto del año estuvo en Michoacán y en el Estado de México.

 Desde 1915 a 1917 operó en los Estados de Guerrero, México, Morelos y dejó de obedecer a Salgado en 1917 y a partir de 1918 operó en Puebla bajo el mando de Fortino Ayaquica. En febrero de 1919 estuvo en los combates en Tochimilco y el 10 de abril de 1919, el Gral. Adrián Castrejón era uno de los pocos militares que seguían con lealtad a Emiliano Zapata; estuvo presente con sus tropas en Piedra Encimada, por instrucciones propias del Gral. Emiliano Zapata, en espera de la entrega de parque que Guajardo ofreció hacer a Zapata en la Hacienda de San Juan Chinameca.

 Después del asesinato de Zapata, participó en el combate de Ixtlilco el 14 de abril y salió con sus tropas hacia Tochimizolco, Puebla, hacienda de Coyuca, y en octubre de ese año, atacó Ticumán y Tlaltizapán. Gildardo Magaña en junio de 1919 lo comisionó para ver al Gral. de Div. Manuel Peláez, y el 18 de enero de 1920, se incorporó al Gral. Salvador González, su antiguo jefe, en Jojutla, Mor. (Algunos jefes surianos aceptaron la amnistía del gobierno de Venustiano Carranza entre ellos Adrían Castrejón*).

 Al verificarse la Unificación de 1920, el Gral. Castrejón ingresó al Ejército Nacional ya con el grado de Gral. de Brig. El 11 de abril de 1921 dejó el mando para ingresar como alumno en el Colegio Militar.

 En el año de 1924, al estallar el movimiento llamado De la Huertista, Castrejón se encontraba en el Colegio Militar y por órdenes del Presidente Obregón, salió a campaña para batir a los sublevados. El 1o. de enero fue nombrado Jefe de la 24a. Jefatura Militar en el Estado de Guerrero. Marchó al Estado de Morelos que había sido invadido por los sublevados, y organizó los 109 y 153o. Regimientos, con los que batió al enemigo.

  El 15 de febrero de 1924 Castrejón derrotó en Puente de Ixtla a los "jefes rebeldes", (antiguos amigos y compañeros zapatistas*): Crisóforo Ocampo, Victoriano Bárcenas, Epifanio Rodríguez, Jesús Capistrán, Irineo Albarrán Ayala, quienes huyeron abandonando trenes, parques, máquinas de escribir, cabalgaduras, etc.

El 17 y 18 de marzo tomó Iguala y el 19 recuperó Chilpancingo. Regresó triunfante y en abril de ese año fue mandado con tropas a Irapuato y Aguascalientes, ya se dirigía al norte a combatir a los villistas, pero recibió instrucciones de incorporarse a las fuerzas del Gral. Pedro Garay, Jefe de Operaciones del Estado de Hidalgo, donde hizo campaña contra el rebelde Marcial Cabazos y lo derrotó en la Hacienda de Pozuelos, en Ixmiquilpan, el 22 de abril.

 Terminada esta lucha, el Gral. Adrián Castrejón fue comisionado en los Estados de Chiapas, Tabasco y Veracruz. De 1933 a 1936, fue Gobernador Constitucional del Estado de Guerrero y al terminar su período, pasó a ser Jefe de la Zona Militar del Estado de Hidalgo. Posteriormente, fue Jefe de la Zona Militar del Estado de Chiapas y murió en la Ciudad de México, el 15 de marzo de 1954.

* Nota anexada

Valentín López González. Los Compañeros de Zapata. Ediciones del Gobierno del Estado Libre y Soberano de Morelos. México, 1980, p. 62-64.